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Las esculturas de Carlos Armiño acompañan al río Ebro a su paso por el Valle de Valdivielso

Fotografías: Luis Mena.


Quince obras del escultor local Carlos Armiño proponen un recorrido por el Valle de Valdivielso a través del Camino Natural del Ebro (GR 99). Una muestra al aire libre bajo el epígrafe 'La Ruta del Arte'. Un motivo para adentrarse en el entorno de naturaleza, arte y patrimonio que acompaña el discurrir del río Ebro por el municipio.

El artista busca impregnar de arte un camino, porque eso "supone despertar la curiosidad, la intriga y la búsqueda. Encontrarnos, por sorpresa o intencionadamente, esculturas en medio del bosque es un regalo para nuestras emociones abiertas a todo un mundo de sentimientos muy dispares", según el comunicado remitido por el Ayuntamiento.

Las esculturas de Carlos Armiño están situadas en puntos clave del Camino Natural del Ebro, lugares cercanos a las poblaciones por las que pasa, desde la entrada por el desfiladero de Los Hocinos hasta su salida del Valle al embalse de Cereceda.

De este a oeste, recorre un total de catorce pueblos, en un trazado con alternativas, todas ellas aptas para cualquier tipo de aventurero. A pie, en bici o a caballo, y siempre de un modo respetuoso, se puede visitar la muestra.

"El Ebro vertebra el valle, dándole una personalidad singular y siendo el origen de diversas formas de vida a lo largo de la historia. Puentes, diques, azudes, canalizaciones y presas, afán del artificio humano que intenta dirigirlo, reencauzarlo. Molinos, batanes, norias, centrales eléctricas, fábricas, potabilizadoras, depuradoras... Y, ahora, esculturas que nos invitan a establecer un diálogo con el río y con nosotros mismos", continúa el texto.

El GR 99 es un camino natural que ha sido y sigue siendo fuente de economía para el Valle. La propia corriente fluvial ha generado piezas de patrimonio excepcionales, desde el románico hasta la actualidad y "a partir de ahora, también podrá ser fuente de espiritualidad gracias a la generosidad de Carlos Armiño".

Carlos Armiño (Tartalés de los Montes, 1954) comenzó en la década de los años 70 su incursión en el mundo del arte a través de la pintura. Su formación es autodidacta, aunque el escultor afirma, que hoy este término no debería emplearse por la cantidad de información y conocimientos a los que la sociedad tiene acceso.

En 1976 decide vivir en Cereceda, un pequeño pueblo del municipio de Oña, con el objetivo de conseguir un ambiente propicio para pintar. Allí, poco a poco, de un modo natural, sin rupturas ni estridencias, decide cambiar la pintura por la escultura. En este pequeño enclave, rodeado de montañas y primitivos bosques, Carlos encontró el lugar ideal para su trabajo, el lugar en el que a lo largo de casi 20 años ha realizado una parte importante de su obra y donde ha consolidado su personal estilo.

En 1995 traslada su domicilio a Cantabria, donde instala su taller y se dedica de pleno a la escultura durante 25 años, investigando en las formas a través de distintos materiales, alternando la madera, su gran pasión, con el hormigón y el hierro. Ya en 2019 regresa de nuevo a Cereceda donde vuelve a mimetizarse con el entorno y a sentirse parte de él.







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